A groso modo los últimos "cuatrocientosypicodías" (con sus noches) han sido muy probablemente de los más raros de mi vida. Contarlos es absurdo ya quedaron reflejados y, omitiendo lo ya sumamente indescriptible más sus horrores, no queda mucho que añadir salvo lo siempre extraño del devenir de los acontecimientos y sus conexiones.
Esos días empezaron con una casi despedida cuya resolución dejé en manos del universo y sus antojos, coma agónico del que fui rescatada (entre otras almas) por la de uno de los seres más hermosos que he conocido, se dedicaba a curar sirenas a tiempo completo surcando todos los mares y océanos, depositándolas en las orillas del onírico
Pensacola de
Carl Sagan donde descansaban y se reponían de profundas heridas de desalmados arponazos o de descuidos y enredos en corales y corazones. Fue mi amigo y aliado, yo cantaba y él venía.
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(...guardo tus poemas, navegante que me enseñaste mi nombre) |
Hace unos días supe que ya no vendría más (o eso cantan algunas ondinas con voz de luto tras sus últimos versos conocidos...), que ya sólo habitaría en nuestra memoria, en el mar hecho cenizas y en el cielo su reflejo, dejando como legado un cuaderno lleno de historias de amor, de cuentos de hadas y de esperanzas.
(Es ya mi tercera despedida en este mundo virtual que tantas incógnitas absurdas encierra y entierra).
Yo te prometo en recompensa justa y sincera que tu esfuerzo no fue inútil cuando decidiste salvarme la vida y que siempre me peinarás el pelo cuando me mire en tu
"Espejo de luna". Vivir es mi promesa eterna marinero, con piernas y agallas,
híbrido imaginario, mujer convencida y orgullosa, aunque flaquee, que siempre hay días... Sobre tus cenizas dejo la cola de pez que vestí durante años y cuyas escamas una a una te encargaste en hacer brillar siempre con rosarios de infatigables palabras de cariño y amistad.
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(Mis botas tras caminar la nieve de Berlín) |
Y tras este necesario discurso, con el corazón más ajado y la frente algo más alta y dispuesta aquí dejo también mis botas tras un millón de
Días Raros recorridos, diario de niña, álbum de fotos, recortes de un trozo de vida, cajita de música forrada de suave terciopelo negro, algunas manchas de sangre y lágrimas y también alguna que otra sonora carcajada y alegría. Puente que tendí a lo conocido y olvidado buscándome a mí misma entre ángeles y fantasmas, amados muertos resucitados
(sueños cumplidos), historia de ojo
(sagrada y dolorosa excusa), puente recorrido que se cae a pedazos tras mis (nuestros) pasos aún sorprendidos y sin cautela para permanecer en el recuerdo de lo necesario y aprendido.
Y ahora, a las puertas del resto de una vida en una extraña tierra de nadie amada, cómoda y desconcertante la niña encontró su nombre... Mar...
(Paseos sobre la arena trenzada por la panza de nocturnas ballenas).
Dejo mis botas y me quito el sombrero ante vosotros, tantos y todos... Me exorcizo de mí misma: "Que sepas que el final no empieza hoy"...
...BIENVENIDOS...